Cada historia contada es una elección y, como tal, tiene valor. El Duograma no busca una verdad objetiva, sino una verdad relacional: lo que la persona elige decir dice mucho sobre ella y sus premisas sobre las relaciones.
Las personas discuten de todos modos, independientemente del Duograma. Nuestro objetivo no es apaciguar los conflictos, sino sacarlos a la luz para que se conviertan en oportunidades de transformación. El conflicto es comunicación, no es un problema que hay que evitar, sino una puerta que hay que cruzar.
No es un test, ni una prueba de “buena pareja” o “buena terapia”. Si una persona decide no hacer esto, esa elección se convierte en parte del diálogo: ¿por qué no quiere? ¿Qué significa esto para él o ella? Respetamos la decisión, pero no ignoramos las razones detrás de ella.
No hay un tiempo establecido. Una sesión puede ser suficiente, o pueden ser necesarias varias sesiones. Lo importante es no tener prisa: el Duograma necesita espacio para emerger.
No. El Duograma es un proceso, no un ejercicio individual. Se construye en la relación, en el espacio de la terapia o del entrenamiento, en el diálogo con los que lideran y con los que participan.
Sí. La manera como la historia toma forma en el papel es una parte integral de la observación: ¿cuánto espacio ocupa una relación en comparación con las demás? ¿Dónde encaja en el tiempo? Las líneas, la organización, las dimensiones también hablan de dinámicas y significados relacionales.
No. El Duograma no es un examen. Las historias de vida de un terapeuta forman parte de su bagaje de experiencias y premisas, así como de su formación. Reflexionar sobre la propia historia ayuda a reconocer los propios recursos y a tomar conciencia de los riesgos que se pueden encontrar en el trabajo. No es una selección, sino una oportunidad de crecimiento.